Tras nuestra infructuosa aventura por las redes sociales, donde los modales de cafre del último de la tribu Olufunmilayo que les habla provocaron más de un sonrojo, emprendemos nuestra segunda salida, listos para recibir más palos en la joroba por nuestras reaccionarias e infundadas opiniones.
Y qué mejor manera de empezar esta andadura que en compañía de Sir Gawain y el Caballero Verde, uno de los libros de cabecera de Don Quijote, hasta el punto de que el ama lo tiró a la hoguera sin molestarse siquiera en leer el título (razón por la cual Cide Hamete no lo menciona en el escrutinio).
A lo largo de sus dos mil quinientos versos, el autor narra una de las leyendas más importantes, y menos conocidas, del ciclo artúrico. El poema comienza con una Tabla Redonda decadente, cuyo esplendor ha dado paso a la complacencia. Como en respuesta a las plegarias de un hastiado Rey Arturo, un misterioso caballero irrumpe en Camelot y reta a toda a la corte a cortarle la cabeza, con una condición: si sobrevive, asestará el mismo golpe a su verdugo.
Sólo Gawain, el sobrino del rey, acepta el desafío, pero el decapitado Caballero Verde no se rebajará a matar a un joven imberbe, que aún no ha conocido los goces y pesares del mundo. Empieza entonces la proverbial búsqueda de un año y un día, donde Gawain aprende por las malas el duro oficio del caballero andante, hasta el fatídico duelo en la Capilla Verde.
En nuestro mundo de teléfonos con GPS y botones para marcar si estamos en una relación, nos cuesta imaginar que hubo un tiempo donde un caballero pudiera perderse en los brezales de una tierra indómita, ensimismado en el recuerdo de la blancura de las manos de su dama.
Pero este poema fue escrito en un mundo distinto. Un mundo devoto de la caballería y el honor. Un mundo de hombres con armadura. No encontrarán en sus versos las opiniones del autor sobre el amor o (Dios nos libre) la política, pero eso en nada disminuye su hermosura.
"Y así pasó la Pascua y el año que a ella seguía, y corrieron las estaciones una tras otra en rápida sucesión. Después de la Navidad llegó la severa Cuaresma, que prescribe para el cuerpo pescado y austeros alimentos. Luego vino el tiempo que combate al invierno en el mundo: el frío mengua y retrocede; las nubes se disipan, la lluvia brillante se derrama en cálidos aguaceros sobre los campos y se abren las flores; la yerba y los árboles se visten de verde; las aves se afanan construyendo sus nidos y cantan animadas a la espera del dulce verano que ya no tardará; las yemas y capullos se hinchan y revientan en alegres y espléndidos colores, y una música gloriosa se difunde por el bosque."
Sufrido lector o amada lectora: si ha tenido la santa paciencia de llegar hasta aquí, vuelva a su dormitorio, repase el libro que tiene en la mesita de noche y pregúntese lo mucho que ha adelantado la literatura en los últimos setecientos años.
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