Españoles: Jack Vance ha muerto.
Es posible que este nombre no diga mucho a los lectores de este blog, pero los aficionados a la literatura fantástica le debemos algunas de nuestras horas más felices.
En un primer momento, pensé en glosar una de sus novelas, pero mientras escribía el borrador de esta entrada, me di cuenta de que no haría justicia a su memoria sin recordar también la enorme influencia que ha tenido sobre otra de mis grandes pasiones: los juegos de rol.
Aunque El Señor de los Anillos sea la principal fuente de inspiración de Dragones y Mazmorras (y por extensión, de todos los juegos de rol de temática similar), no fue el único libro en que se basaron Gary Gygax y Dave Arneson. Si el conflicto entre la Ley y el Caos que preside el ciclo del Campeón Eterno de Michael Moorcock es el origen de los alineamientos, la saga de la Tierra Moribunda de Vance es el punto de partida de un sistema de magia que se ha mantenido (más o menos) intacto a lo largo de las cuatro ediciones del decano de los juegos de rol.
Analizaría aquí la mecánica de la magia vanciana en D&D, pero si usted ha jugado alguna vez, se la sabe de memoria, y si no lo ha hecho nunca, se iba a morir de aburrimiento.
Prefiero aprovechar la ocasión para dar a conocer The Dying Earth, un juego inédito en nuestro país, basado en la deliciosa serie de aventuras de Jack Vance.
Quienes hayan jugado a otros juegos de Robin D. Laws sabrán cuánto le preocupa que las reglas recreen fielmente la atmósfera de las novelas o películas en que se basan. The Dying Earth no es una excepción.
El manual describe minuciosamente los protagonistas y escenarios de las historias de Vance, siendo una obra de consulta muy estimable incluso para los aficionados a la Tierra Moribunda que no estén interesados en los juegos de rol.
Pero esto serviría de poco si el juego en sí se desenvuelve de una manera poco respetuosa con las convenciones del género. Es el problema de nuestro querido MERP (Middle Earth Role-Playing), cuyo sistema de magia no sólo no tenía nada que ver con los sortilegios que aparecen en El Señor de los Anillos, sino que echaba por tierra la lógica de muchas escenas. (Si cualquier mago de nivel 4 puede lanzar un conjuro de Vuelo, ¿para qué necesita Gandalf la ayuda de las águilas?)
Por suerte, The Dying Earth ha tenido en cuenta estos factores. El juego está pensado para que los personajes realistas (como Cugel) puedan codearse con hechiceros de gran poder (como Rhialto), y ello gracias a las reglas de persuasión.
Puesto que superar todos los obstáculos que se presenten en una aventura diciendo abracadabra resulta bastante aburrido, el eje del juego no es la magia, sino el ingenio. Conque tu mago puede hacer prodigios con sólo chasquear los dedos... Muy bien. Pero si la sonrisa de una dama basta para caer rendido a sus pies, ¿de qué te sirve tu poder?
Cada personaje tiene seis formas de persuadir a los demás (charlatanería, elocuencia, ofuscación, brusquedad, encanto e intimidación) y seis formas de resistirse a esos mismos intentos de persuasión: ser puro de corazón, receloso, perspicaz, usar argumentos rebuscados, llevar siempre la contraria o incluso ser obtuso como un adoquín.
Lógicamente, los personajes con puntuaciones altas tienen más probabilidades de convencer a los demás (o de mantenerse en sus trece), pero, aun teniendo éxito en la tirada, las consecuencias del resultado serán muy distintas según la táctica que utilices y las circunstancias del caso. Si tu personaje recurre a la brusquedad en vez del encanto para cortejar a una princesa, lo normal es que se sienta ofendida por tu grosería. De usar la intimidación, podrías acabar en el patíbulo...
La ventaja de este método es que los cruentos combates que caracterizan otros juegos de rol de fantasía (empezando por Dragones y Mazmorras) se resuelven en The Dying Earth como duelos de ingenio, al estilo de La Princesa Prometida o El Secreto de Monkey Island. Si a ello añadimos que los personajes poseen habilidades como Impostura o Pedantería, es evidente que el juego es ideal para personas con sentido del humor que prefieran pasárselo bien a amargarse la vida con Vampiro: La Mascarada.
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