lunes, 30 de diciembre de 2013

No nos queda ninguna habitación libre, a menos que mate a algún huésped.


Shemer Olufunmilayo detesta hacer promesas porque las cumple. Le cuesta horrores, y a menudo tiene que soportar el desprecio y la humillación para conseguirlo, pero las cumple. Así pues, si Shemer Olufunmilayo prometió que dedicaría una entrada de este blog a Deadwood, se hace y punto.

Ahora viene lo difícil. Teniendo en cuenta que el protagonista es un proxeneta malhablado, cuyos tacos sonrojarían a Jesús Gil y Camilo José Cela, ¿será capaz ese ser deforme y contrahecho, salido de las profundidades del África ecuatorial, de escribir una reseña de esta serie sin decir ni una sola palabrota ni recurrir a la Ciencia de la P, para no ofender a las lectoras decentes de este blog (valga la redundancia)?

Desafío aceptado.




Deadwood (no confundir con Everwood, aunque ambas series transcurren en el mismo universo, por razones que explicaré algún día) cuenta las pequeñas miserias de los habitantes de una colonia minera en Dakota del Sur. Estamos en 1876 y la Frontera con mayúsculas todavía existe, aunque cada día es más pequeña, y las leyendas del Oeste saben que su tiempo ha pasado. Los supervivientes de la edad de oro se ganan la vida representando sus hazañas en el circo, como Juanita Calamidad, o simplemente buscan un lugar apacible donde pasar sus últimos días, como Wild Bill Hickok.


Como ciudad sin ley que todavía no se ha incorporado a la Unión, Deadwood es un refugio natural para esos héroes acabados, buscavidas a la espera de una última aventura que llame a sus puertas y, por supuesto, toda clase de indeseables como tahúres, bandidos y prostitutas. Con el oro que hay en el fondo del río, cualquiera puede hacerse rico en un día... Y perder todos sus ahorros en una noche.



Ya adelantamos que el protagonista es Al Swearengen, magistralmente interpretado por Ian McShane. Como casi todos los personajes de la serie, existió realmente. Su garito, el Gem Saloon, es el antro de lenocinio más popular de Deadwood. Entre palabrota y palabrota, Al despluma sin piedad a los mineros a base de alcohol, juego y mujeres. Pero también es el poder en la sombra, el hombre que ha convertido este caótico enclave fronterizo en una máquina bien engrasada, si bien el delicado equilibrio de poderes que instituyó se ve perturbado por la llegada de los forasteros que veremos a continuación. Dotado de una astucia inigualable y un cínico sentido del humor, Swearengen siempre va dos pasos por delante de sus rivales, algo muy de agradecer cuando uno tiene tantos enemigos como él.



El contrapunto de Swearengen es Seth Bullock, encarnado por Timothy Olyphant. Aunque su intención era ganarse la vida vendiendo herramientas a los mineros en la ferretería que monta con su amigo Sol Star, su puntería e integridad no pasan desapercibidas para Al Swearengen, quien le ofrece el puesto de sheriff para mantener el orden en su ciudad. Por mucho que le repugne cooperar con un delincuente como él, Bullock descubrirá que hay monstruos mucho peores que Swearengen en los callejones de Deadwood.

Muchos espectadores opìnan que Bullock es el personaje más aburrido la serie. Shemer Olufunmilayo, como siempre, lleva la contraria. Es cierto que a Olyphant le tocó bailar con la más fea (Ian McShane se come la pantalla con sólo enarcar una ceja, no digamos cuando empieza a soltar exabruptos por esa boquita de piñón), pero el sheriff Bullock es un personaje más complejo de lo que parece, desgarrado entre un matrimonio sin amor con la viuda de su hermano, de quien se hizo cargo por lástima, y el amor prohibido que siente por Alma Garrett, la mujer más rica de la ciudad.

El codicioso marido de la señora Garrett compró unos terrenos a Al Swearengen; ya se pueden imaginar quién salió perdiendo. Lo que Al no sospechaba es que había una enorme veta de oro en ese pedregal sin valor. Fue una afortunada coincidencia que el señor Garrett muriera poco después en un desgraciado accidente. Aunque Al ofreció a la viuda una suma más que generosa para recuperar las tierras, ella sospechaba, y con razón, que el turbio dueño del saloon estaba detrás de la muerte de su marido.



Alma Garrett no sólo logra conservar sus propiedades sino que se convierte en una importante empresaria, capaz de plantar cara a sujetos tan despreciables como George Hearst en su lucha por el control de las minas de Deadwood. Lástima que el único modo que haya encontrado de soportar tantos sinsabores sea la adicción al láudano, que tan gentilmente le suministra el doctor Cochran.



Doc Cochran es el médico del pueblo. Tiene un gran corazón y quiere como una hija a Jewel, la coja que trabaja como fregona en el Gem (mi personaje favorito).



La epidemia de viruela con que debe lidiar al principio de la serie no es nada comparado con las piedras en el riñón que debe extraer a su amigo Al Swearengen durante la segunda temporada. Para los que no conozcan el episodio en cuestión, les aviso que, por muchos capítulos de House que hayan visto, sentirán DOLOR cuando el pobre Al saque todo lo que lleva dentro.



Si Jewel es mi personaje favorito, el señor Wu es el más querido en casa de los Olufunmilayo, por dos razones. La primera es que a todo el mundo le gusta ver cerdos comiéndose vivos a unos cuatreros, pues Wu, aparte de ser el carnicero del pueblo, realiza la muy necesaria labor de reciclaje por las bravas. La segunda y más importante razón es que Wu es el bisabuelo del profesor Choy. ¿Y quién es el profesor Choy, se preguntarán ustedes? Pues como todos deberían saber a estas alturas, el director de la tesis doctoral de... Sydney Bristow.



(No creerían que se iban a librar de la referencia inevitable a mujeres polifacéticas con orejas des-pe-ga-das...)

Wu no habla ni una palabra de inglés. Bueno, una palabra sí. La única que le enseñó Al Swearengen. Y teniendo en cuenta el profesor, ya se pueden ustedes imaginar de qué palabra estamos hablando. La mejor escena de toda la serie es un diálogo de besugos entre Al y Wu, donde Swearengen, ante el asombro de sus esbirros, traduce todo lo que le dice el chino, que se limita a repetir una y otra vez la misma palabrota, tan sólo prestando atención a las inflexiones de su voz.

Y si el señor Wu es el bisabuelo del maestro de Sydney Bristow, George Hearst es el bisabuelo de Patty Hearst, la reina del síndrome de Estocolmo. Por si no tenían bastante con los cerdos antropófagos, el malo de la serie (más malo que Al Swearengen, que ya es decir) es nada menos que el padre del Ciudadano Kane.

Son tantos los personajes y momentos memorables de Deadwood que es imposible citarlos todos. Así que pondremos colofón a esta deuda de honor con don Elías Querejeta con un pensamiento de E.B. Farnum, dueño del único hotel del pueblo y que no está muy claro si nació de mujer o de un huevo de serpiente incubado por error:



“Al llegar a la pubertad, descubrirás que eso que llaman amor materno no es más que odio asesino y sed de venganza.”

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