domingo, 21 de julio de 2013

GNU/Linux del Día: No se hizo Fedora en una hora

Retomamos los contenidos habituales de nuestro blog para analizar Fedora 19, la nueva versión de GNU/Linux que acabamos de instalar en nuestro cochambroso portátil.
Existen numerosas distribuciones Linux, según los gustos, necesidades e incluso principios éticos de cada cual. Para los novatos en el mundo del software libre, recomendamos empezar por Ubuntu y Mint, ya que incluyen todo lo que un usuario pueda necesitar. Los que no tengan miedo de pelear con la línea de comandos pueden probar con Arch, Gentoo y Slackware. Los que creen que la necesidad moral del software libre está por encima de la comodidad técnica pueden echar un vistazo a Trisquel (por cierto, de origen español).
En el caso de Fedora, sus principales virtudes son la innovación tecnológica, incorporando programas que el resto de distribuciones no se atreverán a incluir en sus repositorios hasta dentro de varios meses (o años, en el caso de Debian) y su defensa a ultranza de los valores del software libre. Fedora no incluye en sus repositorios ningún programa cuya licencia no cumpla escrupulosamente los requisitos de la Free Software Foundation.
Esto supone un engorro para el usuario de a pie, que tiene que buscarse la vida para instalar, por ejemplo, los codecs multimedia para ver un dvd. Afortunadamente, hoy en día no es tan díficil sobrevivir a base de una dieta estricta de software libre como hace unos años; prueba de ello es que hasta los piratas se han rendido a la superioridad técnica de FLAC, el formato sin pérdidas en que está codificada toda esa música que se descargan ustedes de los torrents, y que le da cien vueltas a esa birria del mp3.
El verdadero problema de Fedora 19 es su instalación, una auténtica pesadilla. Hasta la versión 17, Fedora se podía instalar con los ojos cerrados gracias al vetusto pero infalible Anaconda. Sin embargo, hace unos meses, los lumbreras de Red Hat decidieron "simplificar" el instalador.
Los que me conocen, saben cómo tiemblo cada vez que algún sinvergüenza calienta las orejas a los políticos con la cantinela de "simplificar trámites", "eliminar trabas burocráticas" y demás. Invariablemente, el resultado es que los trámites se vuelven mucho más complicados que antes, las trabas burocráticas se multiplican... Y los controles y garantías que existían desaparecen por arte de birlibirloque.
Pues en la informática, es igual.
Si buscan "Fedora installer" en internet, leerán páginas y páginas de usuarios frustrados tratando de arrancar esta mala bestia, profiriendo unas blasfemias que yo no puedo reproducir en este artículo porque (todos a una) este blog lo leen señoras decentes.
Baste decir que el nuevo instalador de Fedora es tan, pero tan malo, que cuando terminé la instalación, no podía ni actualizar el sistema... Porque, a pesar de haber seleccionado el idioma español durante la instalación, las claves se introdujeron con la configuración de teclado estadounidense. Así que, si es usted una persona preocupada por la seguridad como yo, y mezcla mayúsculas, minúsculas, números, símbolos raros y todo lo que se tercie, enhorabuena, nos toca reinstalar.
Y cuando reinstalamos, no nos queda más remedio que incluir claves inseguras para el administrador y el usuario con que entremos al sistema, para cambiarlas en cuanto hagamos el primer arranque, mediante el comando passwd.
Tras cinco o seis horas jurando en arameo, por fin logré un sistema francamente estable y eficiente, que cubre todas mis necesidades.
Pero cuanto más uso Fedora, más admiro la elegante sencillez de Puppy Linux en general y Saluki en particular.

No hay comentarios:

Publicar un comentario