Uno de los muchos y gratos recuerdos que atesora Shemer Olufunmilayo de su paso por la bella localidad toledana de Torrijos es ver cada mañana esta placa de camino al trabajo:
Tenía pensado tomarme un descanso del mamotreto que estoy escribiendo para actualizar el blog, con la reseña de alguno de los libros que he leído últimamente. Pero una vez más, la actualidad se cruza en mi camino. Por mucho que se aparte del propósito original de esta página, no me queda más remedio que responder cuando unos gibraltareños insultan a la policía española al grito de: "¡Viva ETA! ¡A ver si os matan a todos, fascistas!"
Si leyeron el artículo que conmemoraba el decimosexto aniversario del asesinato de Miguel Ángel Blanco, recordarán mi irritación cada vez que alguien vota a Batasuna y sus marcas blancas, simplemente por ver la cara que ponen los interventores del colegio electoral cuando hacen el recuento de votos. Como en España no hay miles de partidos políticos, a cuál más disparatado, el tonto del pueblo, de todos los pueblos, tiene que recurrir al terrorismo para hacer la gracia.
Ésa es la tragedia de estos llanitos. Ni ellos, ni el cerril que mete la papeleta en la urna, apoyan la abominable causa de los etarras. Sólo quieren provocar. Y lo consiguen. Provocan arcadas.
Podría explicar a estas personas que el 4 de Agosto de 1704, el almirante inglés Rooke se apoderó de Gibraltar en nombre del archiduque Carlos de Austria, uno de los dos pretendientes al trono español. Nadie dudaba, empezando por los ingleses, de que lo conquistado pertenecía a España, no a Inglaterra. Pero cuando acabó la Guerra de Sucesión, la pérfida Albión no se dio por aludida.
Podría explicarles también que, según el Tratado de Utrecht, si Inglaterra se desprende alguna vez del peñón, éste debe pasar a España.
Incluso podría explicarles que la ONU ha reconocido que el contencioso sobre Gibraltar es un caso de restitución de la integridad territorial de un Estado y no, como pretenden los colonos gibraltareños, de libre determinación de los pueblos.
Claro está que en España también hay muchos que defienden el derecho de libre determinación de los pueblos sin saber de lo que hablan. O lo saben de sobra y mienten con descaro.
Por eso, todas estas explicaciones son inútiles por sí mismas, si la persona que las lee no tiene suficiente espíritu crítico para aceptar la verdad cuando sus opiniones se estrellan contra la pared de los hechos.
Y ésa es la razón de ser de este blog. Ampliar nuestros horizontes a través de la cultura, para que podamos defender nuestras ideas con algo más sustancioso que el argumentario que reparten los partidos políticos a sus voceros cuando van a los debates televisivos.
Ustedes dirán: pues vaya birria de cultura promueve este blog, señor Olufunmilayo. Y tienen razón. Pero se puede aprender en los lugares más insospechados.
Estos días, muchos se han burlado de Gibraltar Español, aquella canción de José Luis y su Guitarra, porque eso de la soberanía nacional es una cosa trasnochada, más propia de otros tiempos felizmente superados.
Desde luego, Gibraltar Español no es la Sonata para Piano número 8 de Beethoven. Ni pretende serlo. Pero ya me gustaría ver a más de un cantautor consagrado exponiendo la situación de la colonia de una forma tan ajustada al derecho internacional:
Unos años más tarde,
por un tratado,
hacemos concesiones
en Gibraltar
dándole a los ingleses
varias atribuciones,
pero sin posesión territorial.
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