Si no me falla la
memoria, ésta es la primera vez que canonizan a un superhéroe de la
Marvel, así que ya iba siendo hora de dedicar una entrada de este blog a Su
Santidad Juan Pablo II.
Todos recordamos esa
escena de El Bar Coyote en que el novio de Piper Pirabo le confiesa
que es coleccionista de tebeos de superhéroes, y aun así ella
quiere salir con él. Vamos, igualito que en la vida real. Pero el
momento más surrealista es cuando él le dice que acaba de conseguir
el Santo Grial de los comics, nada menos que el Amazing Spider-Man
129, con la primera aparición del Castigador.
Ya se pueden imaginar
ustedes cómo se pusieron los espectadores cuando las sempiternas
carcajadas a destiempo de Shemer Olufunmilayo estremecieron la sala.
Cualquier coleccionista
de tebeos con dos dedos de frente sabe que el Santo Grial del cómic
no es otro que el número 1 del volumen 1 de The Life of Pope John
Paul II, publicado en enero de 1983, cuya portada se reproduce
más arriba.
Ver a Juan Pablo II
flanqueado por Spíderman nos puede parecer chocante, incluso
irreverente, pero nada más lejos de la realidad. Para empezar, el
número de personajes católicos en el universo Marvel es abrumador,
así que dedicar un tebeo al vicario de Cristo más carismático (en
todos los sentidos) del siglo XX estaba cantado.
Además,
Jim Shooter, editor de Marvel a principios de los ochenta, era
católico practicante, y se tomó muy en serio la publicación de
esta obra, contando con el asesoramiento del padre Mieczyslaw
Malinski, compañero de seminario de Karol Józef Wojtyła. Así que, por
disparatadas que les parezcan las anécdotas que recogeremos a lo
largo de esta entrada del blog, sepan que todas sucedieron de verdad.
He de advertir que no
estamos ante el típico tebeo apologético que uno puede encontrar en
librerías religiosas, con esas horrendas ilustraciones tipo de qué color es la piel de Dios que
sonrojarían a un zagal de parvulitos. No,
señoras decentes que leen este blog, esto es un cómic de la Marvel
en toda regla, con acción, intriga, humor y rayos de la muerte
fabricados por los nazis.
La historia se cuenta
desde el punto de vista de un reportero que cubre la visita papal. No
se dice su nombre en ningún momento; a mí me gusta imaginar que se
trata de Ben Urich, el amigo periodista del muy católico Daredevil.
El tebeo narra la vida de
Juan Pablo II desde sus humildes orígenes en Polonia. Al igual que
le pasó a Magneto, los poderes de Karol Wojtyła se manifestaron
durante la II Guerra Mundial. Tras unas páginas bucólicas jugando
al fútbol en el recreo o declamando en el teatro de aficionados, el
futuro Papa entra en acción durante el bombardeo de una avioneta
alemana que se escapó de un documental del Canal Historia.
Como tantos otros
superhéroes, haber sido testigo de una injusticia inspira al joven
polaco a luchar contra las fuerzas del mal, en una de esas viñetas
que se lee en la cabeza con música de Hans Zimmer...
Mi escena favorita es
cuando ingresa en el seminario y los nazis han dejado el edificio
hecho una pocilga, suponemos que tras alguna ceremonia ocultista para
averiguar el paradero del Arca de la Alianza. Ni corto ni perezoso,
nuestro héroe suelta una de esas frases lapidarias que tanto gustan
a los duros del cine de acción de los ochenta: “ES UN TRABAJO SUCIO, PERO ALGUIEN TIENE QUE HACERLO.”
A continuación, uno de
esos montajes de entrenamiento con música de Bill Conti, donde el ya
cardenal Wojtyła practica sin descanso las habilidades que algún día le
permitirán derribar el Muro de Berlín. Insisto: todo esto pasó.
Finalmente, tras el breve
pontificado de Juan Pablo I, su sucesor se asoma al balcón para
decir su primer y mítico discurso:
La historia concluye con
el atentado de Alí Agca. Aunque las páginas finales estén
dedicadas a la convalecencia y reaparición del sumo pontífice, me quedo con estas viñetas y la inteligente reflexión del
periodista a través de cuyos ojos hemos conocido la vida y milagros
(literalmente) de Juan Pablo II:
“Yo no soy católico,
pero esto no tiene nada que ver con la religión. El Papa Juan Pablo
II es una de las voces de la justicia y la razón en este mundo, una
voz de la esperanza... Y no hay tanta esperanza en el mundo como para
que nos podamos permitir la pérdida de una de ellas.”
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