Hace apenas un mes, los arqueólogos encontraron en las tierras ancestrales de los Olufunmilayo un palimpsesto cuya importancia histórica supera con creces la de hallazgos tales como los manuscritos del Mar Muerto o la piedra de Rosetta. Y ello sólo fue posible gracias a la inestimable colaboración del patriarca de la tribu, quien se limitó a decir estas enigmáticas palabras a los miembros la expedición para orientarles en su búsqueda:
"Sydney Bristow."
Preguntado por su significado, el reluctante guía nativo Shemer Olufunmilayo intentó traducirlas al español del dialecto bantú que se habla por Wakanda según se baja. El resultado fue el siguiente (léase con voz de actor del musical del Rey León):
"Mujer capaz de cantar el sistema Torrens* a la vez que hace un Shoryuken, subiendo con la elegancia de una pantera a la cumbre del Kilimanjaro.**"
* Por lo de Sydney, evidentemente.
** Una traducción más precisa añadiría lo siguiente: "Que se alza cual Olimpo sobre el Serengueti (pa papa papá papá)." Pero tampoco es necesario caer en la pedantería.
Pero no eran los primeros hombres blancos que se interesaban por ese nombre. Hace años, también nos lo preguntó un judío bajito muy simpático que atendía por J.J. Abrams, mientras rodaba exteriores para el episodio piloto de una serie que se iba a llamar Alias.
Cuando por fin la estrenaron, los Olufunmilayo nos enganchamos en el acto. A todos nos pareció sumamente entretenida, aunque el realismo brillaba por su ausencia: tantas patadas voladoras, tantos idiomas pronunciados a la perfección, tantas persecuciones en tacones de vértigo...
Años después, cuando tuve el honor de conocer a la persona en quien estaba basada la serie, comprendí que los guionistas se vieron obligados a moderar sus habilidades en la pequeña pantalla, porque no hubo manera de convencer a los productores de que pudiera existir un cruce entre Bruce Lee, Madame Curie y Candice Swanepoel.
La actriz elegida para encarnar un papel tan difícil como exigente fue Jennifer Garner, quien durante cinco años tuvo el honor de ser la mujer con las orejas despegadas más bonitas de la televisión, distinción que hoy corresponde a Anna Torv en Fringe (serie que, miren ustedes por dónde, también es de J.J. Abrams).
En la vasta simplificación de su biografía que es la serie (con los nombres cambiados para proteger a los testigos), Sydney es una joven tan inteligente como encantadora que compagina su doctorado en historia del arte con su trabajo como contable en el Credit Dauphine. Pero este banco es una tapadera del SD-6, una sección especial de la CIA que lucha desde hace años contra la Alianza de los Doce, una siniestra organización creada por agentes de ambos bloques, decepcionados por el final de la Guerra Fría.
Sydney se alistó en la CIA, no para seguir los pasos de su padre, también miembro del SD-6, sino para redimir la traición de su madre, la espía rusa Irina Derevko. Es la agente más prometedora de la organización y el ojito derecho de Arvin Sloane, jefe del SD-6 y viejo compañero de fatigas de su padre, el hierático Jack Bristow.
A pesar de su juventud, Sydney es una espía fuera de serie: políglota, gimnasta olímpica y maestra del disfraz. Como pueden ver en la ilustración adjunta, se pasa la vida cambiando de peinado y de vestuario mientras viaja por el mundo para luchar contra el mal. (Dicho sea de paso, muchos capítulos transcurren en España; razón de más para verla.)
Pero a raíz del asesinato de su prometido, Sydney descubre que el SD-6 no es más que el brazo armado de la Alianza de los Doce, y que ha estado trabajando desde el principio para los mismos terroristas contra los que creía luchar. Peor: su padre es uno de los fundadores de la Alianza.
Y por si eso fuera poco, Jack Bristow lavó el cerebro a su hija desde la cuna, desarrollando las capacidades innatas de Sydney, como su memoria eidética o su comprensión intuitiva de la geometría espacial, hasta hacer de ella la asesina perfecta.
Sydney Bristow se dirige de inmediato a la verdadera CIA para revelar todo lo que sabe sobre el SD-6 y convertirse en agente doble. Allí le revelan que hay otro topo de Langley en el SD-6 desde hace años... El agente Jack Bristow.
Y recuerden que todo esto pasó en el episodio piloto. A partir de ahí, los giros argumentales se suceden como una montaña rusa. En algunos capítulos, Sydney llega a ser agente triple, ¡o incluso cuádruple!
El apuesto agente Vaughn es el supervisor de Sydney en la CIA y el hombre que le ofrecerá un hombro donde llorar tras la muerte de su prometido. Aunque patriota y honrado a carta cabal (no por casualidad, su nombre en clave es Boy Scout, o Explorador en el doblaje español), Vaughn esconde más secretos de lo que parece, como veremos a medida que avanza la historia. Moraleja: señoras, nunca se fíen de su novio, por mucha cara de buenecito que tenga.
Jack Bristow, el padre de Sydney, es uno de los personajes más fascinantes de la serie, gracias al rostro impenetrable de Victor Garber (tal vez lo recuerden como el ingeniero del Titanic). Aunque algunos lo critican por su inexpresividad, lo cierto es que Garber clava el papel. Si lo piensan detenidamente, la única manera de sobrevivir como agente doble cuando te someten al detector de mentiras cada día es no mover ni un músculo facial.
Seguro que el de la siguiente foto les suena. ¡Sí, es Bradley Cooper! El hoy cotizado galán debutó en Hollywood como el intrépido periodista Will Tippin, que no se comía un colín con Sydney cuando vivía su prometido a pesar de su insistencia, y siguió sin comérselo cuando murió, porque Vaughn se le adelantó en el noble arte de ofrecer un hombro donde llorar. Porque nunca hace nada a derechas, y porque es el cenizo de la serie (si algo malo puede pasar, le pasará a Will Tippin), es mi personaje favorito.
El malo malísimo es Arvin Sloane, jefe implacable del SD-6, capaz de ganar a los mejores espías del mundo en su propio juego. Pocos villanos televisivos han hecho gala de tal astucia diabólica y han estado dispuestos a sacrificar tanto para alcanzar su objetivo: descifrar los secretos de Milo Rambaldi, inventor renacentista cuyos hallazgos desconciertan a la ciencia actual.
El personaje más entrañable es sin duda Marshall Flinkman, el técnico del SD-6 encargado de fabricar los artilugios que Sydney utiliza en sus misiones, como el bolso con rayo láser (de Dior, por supuesto). Completamente ajeno a los malvados planes de sus superiores, Marshall protagoniza algunas de las escenas más tiernas de la serie, como cuando lee a su chiquitín las obras completas de Michael Moorcock.
Y ahora vamos con el reparto femenino. Gina Torres hace de Anna Espinosa, la archienemiga de Sydney. Aunque, como oportunamente me corrigió la señorita Bristow durante la preparación de este artículo, lo correcto sería decir que Sydney es la archienemiga de Anna Espinosa, porque Sydney es buena persona y las buenas personas no tienen archienemigas. Al revés que Shemer Olufunmilayo, cuya lista de archienemigos va ya por el primer tomo de la segunda trilogía. (Firmaré ejemplares en la próxima Feria del Libro.)
Esta espía cubana lleva años poniendo la zancadilla a Sydney, pero por más que se empeñe, sus planes siempre fracasan. La agente Espinosa llega a acumular tanta envidia y frustración al cabo de cinco temporadas que, en los últimos capítulos, no duda en someterse a una operación de cirugía estética total para convertirse en una réplica exacta de Sydney. Pero ni por ésas.
La agente secreta argentina Nadia Santos es la hermanastra de Sydney, hija de Irina Derevko y Arvin Sloane. La actriz que la interpreta es el origen de otro de los refranes de la tribu Olufunmilayo: "De Argentina, ni Mía Maestro." Lo cual confirma que Alias no es una serie de ficción sino un documental, dadas las reservas de la señorita Bristow en la materia.
Y Rachel Nichols (bieeeeeen) hace de Rachel Gibson, la becaria de la CIA que sustituye a Sydney en sus últimas misiones, cuando se pone de parto al final de la serie.
Porque Sydney tiene un instinto maternal muy desarrollado (no sabemos si a consecuencia de su entrenamiento ninja infantil) y se le van los ojos cada vez que se cruza con un bebé. Si es usted capaz de ver esta última foto sin que se le caiga la baba, es una mala persona y va a ir al infierno. Pero no al infierno especial.
"Sydney Bristow."
Preguntado por su significado, el reluctante guía nativo Shemer Olufunmilayo intentó traducirlas al español del dialecto bantú que se habla por Wakanda según se baja. El resultado fue el siguiente (léase con voz de actor del musical del Rey León):
"Mujer capaz de cantar el sistema Torrens* a la vez que hace un Shoryuken, subiendo con la elegancia de una pantera a la cumbre del Kilimanjaro.**"
* Por lo de Sydney, evidentemente.
** Una traducción más precisa añadiría lo siguiente: "Que se alza cual Olimpo sobre el Serengueti (pa papa papá papá)." Pero tampoco es necesario caer en la pedantería.
Pero no eran los primeros hombres blancos que se interesaban por ese nombre. Hace años, también nos lo preguntó un judío bajito muy simpático que atendía por J.J. Abrams, mientras rodaba exteriores para el episodio piloto de una serie que se iba a llamar Alias.
Cuando por fin la estrenaron, los Olufunmilayo nos enganchamos en el acto. A todos nos pareció sumamente entretenida, aunque el realismo brillaba por su ausencia: tantas patadas voladoras, tantos idiomas pronunciados a la perfección, tantas persecuciones en tacones de vértigo...
Años después, cuando tuve el honor de conocer a la persona en quien estaba basada la serie, comprendí que los guionistas se vieron obligados a moderar sus habilidades en la pequeña pantalla, porque no hubo manera de convencer a los productores de que pudiera existir un cruce entre Bruce Lee, Madame Curie y Candice Swanepoel.
La actriz elegida para encarnar un papel tan difícil como exigente fue Jennifer Garner, quien durante cinco años tuvo el honor de ser la mujer con las orejas despegadas más bonitas de la televisión, distinción que hoy corresponde a Anna Torv en Fringe (serie que, miren ustedes por dónde, también es de J.J. Abrams).
En la vasta simplificación de su biografía que es la serie (con los nombres cambiados para proteger a los testigos), Sydney es una joven tan inteligente como encantadora que compagina su doctorado en historia del arte con su trabajo como contable en el Credit Dauphine. Pero este banco es una tapadera del SD-6, una sección especial de la CIA que lucha desde hace años contra la Alianza de los Doce, una siniestra organización creada por agentes de ambos bloques, decepcionados por el final de la Guerra Fría.
Sydney se alistó en la CIA, no para seguir los pasos de su padre, también miembro del SD-6, sino para redimir la traición de su madre, la espía rusa Irina Derevko. Es la agente más prometedora de la organización y el ojito derecho de Arvin Sloane, jefe del SD-6 y viejo compañero de fatigas de su padre, el hierático Jack Bristow.
A pesar de su juventud, Sydney es una espía fuera de serie: políglota, gimnasta olímpica y maestra del disfraz. Como pueden ver en la ilustración adjunta, se pasa la vida cambiando de peinado y de vestuario mientras viaja por el mundo para luchar contra el mal. (Dicho sea de paso, muchos capítulos transcurren en España; razón de más para verla.)
Pero a raíz del asesinato de su prometido, Sydney descubre que el SD-6 no es más que el brazo armado de la Alianza de los Doce, y que ha estado trabajando desde el principio para los mismos terroristas contra los que creía luchar. Peor: su padre es uno de los fundadores de la Alianza.
Y por si eso fuera poco, Jack Bristow lavó el cerebro a su hija desde la cuna, desarrollando las capacidades innatas de Sydney, como su memoria eidética o su comprensión intuitiva de la geometría espacial, hasta hacer de ella la asesina perfecta.
Sydney Bristow se dirige de inmediato a la verdadera CIA para revelar todo lo que sabe sobre el SD-6 y convertirse en agente doble. Allí le revelan que hay otro topo de Langley en el SD-6 desde hace años... El agente Jack Bristow.
Y recuerden que todo esto pasó en el episodio piloto. A partir de ahí, los giros argumentales se suceden como una montaña rusa. En algunos capítulos, Sydney llega a ser agente triple, ¡o incluso cuádruple!
El apuesto agente Vaughn es el supervisor de Sydney en la CIA y el hombre que le ofrecerá un hombro donde llorar tras la muerte de su prometido. Aunque patriota y honrado a carta cabal (no por casualidad, su nombre en clave es Boy Scout, o Explorador en el doblaje español), Vaughn esconde más secretos de lo que parece, como veremos a medida que avanza la historia. Moraleja: señoras, nunca se fíen de su novio, por mucha cara de buenecito que tenga.
Jack Bristow, el padre de Sydney, es uno de los personajes más fascinantes de la serie, gracias al rostro impenetrable de Victor Garber (tal vez lo recuerden como el ingeniero del Titanic). Aunque algunos lo critican por su inexpresividad, lo cierto es que Garber clava el papel. Si lo piensan detenidamente, la única manera de sobrevivir como agente doble cuando te someten al detector de mentiras cada día es no mover ni un músculo facial.
Seguro que el de la siguiente foto les suena. ¡Sí, es Bradley Cooper! El hoy cotizado galán debutó en Hollywood como el intrépido periodista Will Tippin, que no se comía un colín con Sydney cuando vivía su prometido a pesar de su insistencia, y siguió sin comérselo cuando murió, porque Vaughn se le adelantó en el noble arte de ofrecer un hombro donde llorar. Porque nunca hace nada a derechas, y porque es el cenizo de la serie (si algo malo puede pasar, le pasará a Will Tippin), es mi personaje favorito.
El malo malísimo es Arvin Sloane, jefe implacable del SD-6, capaz de ganar a los mejores espías del mundo en su propio juego. Pocos villanos televisivos han hecho gala de tal astucia diabólica y han estado dispuestos a sacrificar tanto para alcanzar su objetivo: descifrar los secretos de Milo Rambaldi, inventor renacentista cuyos hallazgos desconciertan a la ciencia actual.
El personaje más entrañable es sin duda Marshall Flinkman, el técnico del SD-6 encargado de fabricar los artilugios que Sydney utiliza en sus misiones, como el bolso con rayo láser (de Dior, por supuesto). Completamente ajeno a los malvados planes de sus superiores, Marshall protagoniza algunas de las escenas más tiernas de la serie, como cuando lee a su chiquitín las obras completas de Michael Moorcock.
Y ahora vamos con el reparto femenino. Gina Torres hace de Anna Espinosa, la archienemiga de Sydney. Aunque, como oportunamente me corrigió la señorita Bristow durante la preparación de este artículo, lo correcto sería decir que Sydney es la archienemiga de Anna Espinosa, porque Sydney es buena persona y las buenas personas no tienen archienemigas. Al revés que Shemer Olufunmilayo, cuya lista de archienemigos va ya por el primer tomo de la segunda trilogía. (Firmaré ejemplares en la próxima Feria del Libro.)
Esta espía cubana lleva años poniendo la zancadilla a Sydney, pero por más que se empeñe, sus planes siempre fracasan. La agente Espinosa llega a acumular tanta envidia y frustración al cabo de cinco temporadas que, en los últimos capítulos, no duda en someterse a una operación de cirugía estética total para convertirse en una réplica exacta de Sydney. Pero ni por ésas.
La agente secreta argentina Nadia Santos es la hermanastra de Sydney, hija de Irina Derevko y Arvin Sloane. La actriz que la interpreta es el origen de otro de los refranes de la tribu Olufunmilayo: "De Argentina, ni Mía Maestro." Lo cual confirma que Alias no es una serie de ficción sino un documental, dadas las reservas de la señorita Bristow en la materia.
Y Rachel Nichols (bieeeeeen) hace de Rachel Gibson, la becaria de la CIA que sustituye a Sydney en sus últimas misiones, cuando se pone de parto al final de la serie.
Porque Sydney tiene un instinto maternal muy desarrollado (no sabemos si a consecuencia de su entrenamiento ninja infantil) y se le van los ojos cada vez que se cruza con un bebé. Si es usted capaz de ver esta última foto sin que se le caiga la baba, es una mala persona y va a ir al infierno. Pero no al infierno especial.
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