martes, 25 de junio de 2013

Libro del Día: Pero ellos no lo saben

Empecemos con una disculpa. Los aficionados a la saga de Mundodisco sabrán que Susan Sto Helit, como nieta de la Muerte, tiene ciertos poderes sobrenaturales, incluyendo la habilidad de confundir los recuerdos de los demás para pasar desapercibida. Anoche, cuando estaba redactando esta entrada, ese truco mental jedi me hizo confundir Soul Music con El Ladrón del Tiempo, la novela a que pertenece el pasaje que comentaré en esta entrada. Ustedes perdonen. No todo el mundo tiene un abuelo QUE HABLA ASÍ.


La cita en sí era correcta (la invisibilidad psíquica tiene sus límites, como Susan descubrió a su pesar cuando visitó el castillo del Hada de los Dientes en Papá Puerco). Susan trabaja como institutriz en la Academia Frout, y la directora del centro la llama a capítulo, alarmada por sus métodos de enseñanza. En particular, no entiende por qué se empeña en hacer que sus pequeños alumnos lean sesudos tratados de matemáticas y filosofía, en lugar de cuentos infantiles.

"¿Álgebra? ¡Eso es demasiado difícil para niños de siete años!"

"Sí, pero yo no se lo he dicho y hasta ahora ellos no se han enterado."

No creo que haga falta explicarles por qué me ha venido este pasaje a la cabeza.

La exigencia tiene una rara virtud: promueve la excelencia incluso entre quienes no están a la altura. El chino es un idioma muy difícil. Pero todos los niños chinos lo hablan.

La evolución ha preparado nuestro cerebro para asimilar cantidades ingentes de información... Cuando somos pequeños. Con el paso de los años, esa capacidad se pierde a pasos agigantados.

Quizá en ello esté la raíz de la envidia de los adultos a la inteligencia infantil. Afortunadamente, somos lo bastante altos para amargar la vida a esos enanos.

En primer lugar, podemos estimular su pereza. ¿Por qué aprender si puedes divertirte? Llegará un momento en que su cabecita estará llena de saberes inútiles, y será demasiado tarde para hacer un hueco a conocimientos más provechosos.

Si se resiste, la necesidad de aceptación es una poderosa herramienta disuasoria. No se aplaude a la brizna de hierba que sobresale del prado; ¡SE PODA!

Pero hay almas mucho más grandes que el cuerpo que las contiene. Contra ellas, de nada sirven estas tretas. Poseen una curiosidad insaciable y se crecen ante la adversidad. El único modo de detener su avance es recordarles su edad e impedir que progresen más allá de los estrictos límites de los planes de estudio.

A veces me pregunto qué pasaría si una de estas personas descubriera una vacuna contra el cáncer. Pienso en todas las personas que mueren cada año de esta enfermedad, muertes que se podrían haber evitado si usted le hubiera dejado adelantar un curso. Maldito asesino.

Una nación que premia a los mejores evoluciona de manera muy distinta a otra que se conforma con promover a los que son simplemente buenos.

La segunda opción no es necesariamente mala. Cualquier país se sentiría orgulloso de crear un ejército de sabios que acaparase los premios Nobel al cabo de cuarenta años. Pero se trata de un objetivo muy difícil de alcanzar. Tal vez un gobierno prudente sólo pueda aspirar a un gran número de ciudadanos bien educados, que posean con moderación los bienes de fortuna.

En cualquier caso, ambas posibilidades parecen preferibles a la exaltación de la mediocridad.

O peor, de la ineptitud.

Así, al menos, lo creyó durante muchos años este salvaje ignorante. Demos gracias a la discriminación positiva por sacarnos de tan funesto error.

La culpa de tan tonta superstición la tiene el ajedrez. Dos jugadores midiendo su inteligencia sobre el tablero, con las mismas piezas y movimientos a su disposición. Seguramente no hay otro juego con unas reglas tan equilibradas (aparte de la relativa ventaja de las blancas).

Pero la última vez que jugué contra Kasparov, tuve la incómoda sensación de que la partida no estaba muy igualada.

Me gustaría enseñar todas estas cosas al hijo que no tengo. Y me gustaría hacerlo en mi casa, sin someterlo a otros planes de estudios que las ciencias, para explicarle cómo funciona el universo, y las letras, para darle razones por las que valga la pena preguntárselo.

Pero según el Código Penal de 1995, estaría cometiendo un delito de abandono de familia.

Ojalá pudiera explicar por qué la legislación española equipara el homeschooling a tirar un bebé por las cañerías.

Ojalá pudiera.

Como diría el abuelo de Susan Sto Helit, "LA JUSTICIA NO EXISTE. SÓLO EXISTO YO."

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