domingo, 9 de junio de 2013

Película del Día: Deprisa, Deprisa

Españoles: Elías Querejeta ha muerto. Luego dirán que no soy gafe.


En tiempos remotos, cuando no sólo había dinosaurios en el zoo, el programa doble que veía cada semana el por entonces bebé Olufunmilayo siempre incluía una de brusli (como llamaba la matriarca de la tribu a las películas de artes marciales). La otra película podía ser una de los hermanos Marx, una de dibujos animados de Ranklin-Bass (mucho mejores que las de Disney) o bien, y esto ya era el acabose, una imitación italiana de un estreno de hace tres años (como Ator el Poderoso). Y cuando no quedaba más remedio, el patriarca de los Olufunmilayo echaba una española.

Como yo era demasiado pequeño para entender estas cosas, el cine español me parecía un todo homogéneo, donde se mezclaban sin orden ni concierto las películas de Ozores, las de Summers, las de Manolo Escobar y las de Antonio Isasi-Isasmendi. Me avergüenza reconocer que mi poco desarrollado cerebro no distinguía entre Buenas Noches, Señor Monstruo y Mamá Cumple Cien Años, más que nada porque la mitad de los actores eran los mismos.

Una de las pocas películas españolas que recuerdo con nitidez de aquella sesión continua de mi infancia es Deprisa, Deprisa. Como luego descubrí gracias al vídeo Beta, este género fue muy popular en la transición, seguramente porque su público potencial era bastante amplio: chavales que idolatraban a los delincuentes de la época, matrimonios de clase media con miedo a salir de noche (como aquella película de Antonio Ferrandis y José Sacristán), compositores de música de los cochecitos (Los Calis, Los Chichos, Los Chunguitos)...

Se hicieron docenas de cintas de ese estilo, con títulos tan originales como Perro Callejero, Perros Callejeros, Perro Callejero II, Perros Callejeros II, El Regreso de los Perros Callejeros y, por supuesto, Perras Callejeras (el blog de Shemer Olufunmilayo cumple escrupulosamente con las listas cremallera que propone el maestro malo del templo de Shaolín). A ustedes los querría yo ver jugando al trivial con la hermana de Olufunmilayo y acertar el nombre exacto de la película en cuestión.

Lógicamente, para destacar en este galimatías de quinquis, el productor tenía que ingeniárselas para llamar la atención del espectador. A veces se consiguió que el mismísimo atracador hiciera de as himself, como Juan José Moreno Cuenca en Yo, el Vaquilla. Otros fueron más allá y contrataron nada menos que a Verónica Castro, la Mariana de Los Ricos También Lloran, para hacer de... De... De lo que todos ustedes están pensando cuando aparece un personaje femenino centroamericano en una película de estas características.

Y a veces, muy de tarde en tarde, alguien se molestaba en hacer una buena película. Por ejemplo, Deprisa, Deprisa.

No voy a contarles el argumento, porque estas películas son como los discos de los Ramones: todas son iguales, ahí radica su secreto. Quizá lo más destacable sea la aparición estelar de Matías Prats haciendo de Matías Prats, y lo guapa que era Berta Socuéllamos (reconocerán que el bebé Olufunmilayo tenía buen gusto).


Pero mientras redactaba esta entrada, tropecé con el oráculo por el que se guían todos los internautas, y me dieron ganas de llorar.

Demostrando una vez más el rigor de los colaboradores patrios, la entrada de esta película en la Wikipedia española es diez veces más corta e inexacta que la versión inglesa. Para colmo, tengo la fundada sospecha de que la página española es la traducción, no la original, a juzgar por el siguiente párrafo:

El reparto de la película estuvo formado por actores no profesionales del área de Villaverde situada al sur de Madrid. Dos miembros del elenco principal fueron arrestados por distintos hechos delictivos durante el rodaje, causando un gran revuelo en su país de origen.

¿Ustedes dirían "en su país de origen" hablando de españoles en España? Hombre, si el artículo lo ha escrito Pilar Rahola, todo puede ser.

He elegido esta película, no sólo por los recuerdos que me trae de un cine que hoy no podría existir, sino por ser la más taquillera del tándem Saura-Querejeta, cosa que algunos creen que sucede por arte de magia. Mucha gente ignora las dificultades a que se enfrenta un productor, dando por sentado que son unos señores que nadan en billetes como el Tío Gilito en su depósito.

Pues siento desilusionarles, queridos altermundistas que forman el grueso de mis lectores según los infalibles datos del Google Analytics, pero el productor cinematográfico en general, y el español en particular, se da cabezazos todas las noches contra la pared (¿de qué me suena esto?) después de pelearse con el director para cuadrar el presupuesto, organizar la distribución, encontrar un sustituto para el actor que se ha pasado con las sustancias ilegales (como los protagonistas de Deprisa, Deprisa, sin ir más lejos), leer guiones no solicitados a cuál más infame y poner cara de póquer cuando el crítico del Fotogramas (o el Dirigido Por, si la película es para listos) pisotea todos tus esfuerzos el día del estreno.

En un cine como el español, que espanta a los espectadores con una mano mientras subvenciona películas lamentables con la otra, el productor es una especie de Wild Bill Hickock: una reliquia que ha sobrevivido a un mundo que ya no volverá, pero que se resiste a marcharse porque sabe que aún puede hacer algo grande. (Lo que me recuerda que, más pronto que tarde, habrá que hablar de Deadwood en este blog.)


Señor Querejeta: espero que en el Cielo haya sitio para todos los premios que le faltan, porque su documental pendiente sobre su sobrina va a ganar unos cuantos.

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